Un fantasma, dos ciudades: el miedo en la calle

Un ensayo sobre arte y etnografía

Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2015 

ISBN 978-958-775-338-7 266 p.

El arte y la etnografía son dos prácticas que en el trabajo de campo comparten intereses metodológicos y operaciones similares; son prácticas que se cruzan al abordar lo cultural y político con los contextos cotidianos, en los que los individuos construimos nuestra vida colectiva.

Abordar el tema del miedo como emoción que caracteriza a todos los seres vivos es nombrar el fantasma que enfrentamos los humanos en la lucha por la supervivencia, y que al ubicarlo en nuestra vida colectiva adquiere una dimensión política que nos impele a negociar acuerdos; son estos los que derivan en la cultura, en aquellas formas que confrontan las fuerzas íntimas y sociales de la vida común.

La escritura de este ensayo tiene un estructura conjuntiva pues invita a la lectura de dos campos que corren paralelos: uno que es el de la reflexión teórica y metodológica y el otro refiere al campo donde se manifiesta la imagen/dibujo como un acto performativo de registro en la calle; en el medio se hacen oír las voces de las entrevistas y de las notas decampo. El dibujo traza y recorre el campo visual activando un tejido social inmerso en la corporeidad del encuentro con el “otro” en la calle; señala una correspondencia con el punto de vista de la observación que hace el etnógrafo cuando recorre el mundo exterior con la pluma de la escritura.


Contenido

En el primer capítulo, “Como salir de casa”, se presentan las motivaciones del presente ensayo y el proyecto de arte como lugar de reflexión. Se introduce la huella como experiencia y como concepto que anima el vínculo entre miedo y vigilancia mediante la posición del observador y la construcción de la mirada de la que deriva el registro.

El segundo capítulo, “Del panóptico a la caseta de vigilancia”, discurre por una reflexión de la vigilancia, asociada al miedo, que ha transformado su punto de vista y la función de la mirada en la sociedad. Desde la introducción del régimen moderno hasta la modernidad tardía a la que hoy asistimos, la vigilancia se ha transformado ajustándose al talante de cada época. Inauguró la seguridad al servicio del control, el orden y la disciplina y pasó a ocuparse, actualmente, de fortalecer la inseguridad, instalada por el control y la iniciativa privada de los sistemas expertos. Hoy la vigilancia habiendo introducido la inseguridad, aparenta conjurar el miedo alertando sobre el riesgo, mientras lo que hace es reforzar la individualización con estrategias de desconfianza y de sospecha.

El tercer capítulo, “lugares de encuentro”, ubica el problema del miedo en la calle como lugar de desplazamiento y de encuentro, con las actividades que articulan la vida de la ciudad. la calle es el lugar donde transcurren los eventos que dejan ver, hoy, la articulación entre vigilancia e individuo y se ha convertido en espacio en el que el miedo desactiva las relaciones. es allí donde introduzco el tema del etnógrafo quien, buscando también nuevas formas de operar con la imagen, permite desarrollar un llamado de atención sobre el encuentro.

El cuarto capítulo: “Ser etnógrafa, ser artista” plantea, a partir de una reflexión teórica asociada a la imagen vincular propuestas del método etnográfico a la práctica del arte; se propone generar una atención a la imagen en el marco de la relación estética propuesta por J. Rancière, de manera que sea posible abordar la observación y el registro como prácticas comunes del arte y la etnografía. se muestra que mediante el dibujo, que visibiliza con sus trazos los recorridos, el paisaje y la corporeidad de la huella, se ingresa a un campo de significación que gestiona la estética contemporánea.

El quinto capítulo, “prácticas y dibujo”, funda un espacio para el trabajo de campo artístico-etnográfico haciendo una reflexión sobre el dibujo como conjunción entre “ver, dibujar y observar”. Teniendo como marco de referencia la problematización de la representación en la imagen, se aborda el dibujo como una práctica para el encuentro. es ésta una perspectiva desde la que ha sido posible proponer que las prácticas se fundan en una política del encuentro. en la modernidad tardía el encuentro en la calle está delimitado por la lógica de la inseguridad, en ella, el control ejercido por la mirada del vigilante se ocupa de la inseguridad que causa el miedo del individuo, de manera que se buscó que el dibujo ingresara como una práctica que activa el encuentro, llamando la atención sobre la dualidad de este miedo en la calle.


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